AMA


Acostarse en el suelo, mirar el cielorraso, cerrar los ojos y encontrarse precisamente ahí –justo entre lo abstracto y lo figurativo– con la imagen foránea de lo interno. Si este ejercicio pudiera sintetizarse hasta alcanzar universalidad, tomaría una forma muy cercana a la de esta exhibición de Leila Tschopp.
Expandiendo su diálogo desde las vanguardias del siglo XX a los interiores de Hopper y los dormitorios arlesianos de van Gogh y Lichtenstein, esta muestra tiene como origen la necesidad de una obra de iluminar su propio reverso, su opuesto complementario, como prueba vital del exilio permanente al que nos arrojan las tensiones entre los espectros y la carne. Si antes eso brillaba en un espacio público, transitable y utilizable, ahora brota –sutil– en una serie de figuras y una habitación que se recorre mentalmente. El peregrino heroico muestra, finalmente, su codependencia con la forma insistente de la roca; Sísifo se funde con la montaña que lo sostiene.
En AMA, Leila recicla y resignifica aspectos cardinales de la genealogía de su propia obra. Es una muestra que se relaciona con el mundo bajo la mediación del sí-mismo. El vínculo con otras capas geológicas queda evidenciado, a través del uso de ciertos recursos muy característicos, como la pintura sobre muro, el políptico (como forma narrativa que avanza por saltos y asociaciones), la instalación o incluso la apelación y reinterpretación de las lonas y los tambores metálicos, transfigurados, puestos patas para arriba. Y también recupera el tono mitológico, aunque asociado ahora a la solemne Hera o la determinada Gea.
La perspectiva y la referencialidad generan un clima inquietante y ceremonial y producen una plataforma para saltar hacia adentro. La repetición mental de los recorridos familiares, el uso automático de elementos cotidianos y el consentimiento tácito de algunas estructuras limitantes son puestos en suspenso a través de operaciones y mecanismos que nos obligan a preguntarnos sobre la reversibilidad del espacio accesible. Muros, obstáculos calados, ladrillos y huecos imaginarios enfrentan el ojo y provocan un despliegue de imágenes domésticas, simultáneamente personales e icónicas. Entre el indicativo y el imperativo, AMA va de la mesa al espejo y de las prácticas mecánicas a la abstracción reflexiva.

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